Palabras del catálogo realizado para la inauguración del Jardín de los Suspiros en la Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos.
13 de febrero de 2001.
“Y el beso, que volaba tras la mano, rompiendo el aire se volvió suspiro”
Luis G. Urbina
Para quien ha transitado por la historia del arte desde los libros y en el aula como acercamiento fundamental, resulta atractivo y complejo a la vez, hablar de un proyecto artístico en los albores de un nuevo siglo, que, además, abre un nuevo milenio. Desde tres aspectos puede hacerse aún más complejo por cuanto este proyecto no es historia,, sino realidad presente, imbuida de toda la significación social con que una obra responde a su época, por otro lado y desde esta misma perspectiva, la conciencia de analizar una obra que puede encerrar dentro de sí los principales postulados estéticos de los últimos años del siglo XX y pudiera, sin saberlo o quizás sabiendo, hacer propuestas para nuevas posiciones artísticas que pudieran o no tener adeptos en las próximas décadas. Visto desde este ángulo, el proyecto a la vez que historia, para bien o para mal, habrá de tenerse en cuenta, en algún momento en que se analice la trayectoria de la escultura en Cienfuegos y quién sabe, la historia de la escultura en Cuba y el Caribe.
La tradición escultórica en Cienfuegos se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, donde la escultura de bulto o relieve, transita por temas oficiales y funerarios de tendencia académica; los principales exponentes se pueden encontrar en sus dos cementerios, sus parques y el Paseo del Prado, así como cierta escultura aplicada a la arquitectura ecléctica que habrá que estudiar con detenimiento más temprano que tarde. El Grupo “Mutantes” surge a fines del siglo XX como tributario de esta tradición, que alterna dentro de lo realista y abstracto, lo sugerente y lo específico.
La palabra mutante pudiera hacer pensar en seres deformes escapados de algún libro o filme de ciencia ficción, pero a estos MUTANTES, si se les sigue de cerca se les verá empeñados en otra mutación, transmutación o transformación de la realidad que realizan llenos de una energía y coherencia convertida a través de cada proyecto en algo nuevo. Realidad cuya poética pide prestado a la naturaleza, a la vez que convive con ella y la recrea. Pudiera pensarse entonces: ¿Naturaleza después o en presencia de la época postmoderna?
Imbricados en un mundo cambiante a velocidades que escapan a los más avisados e informados, donde el tiempo transcurre de la forma descuartizada y atómica de aquel Guernica descubierto por Picasso como símbolo del siglo XX que abre con el cubismo y cierra con el video clip; o los miles de Windows o ventanas que se abren o cierran según las posibilidades de cada cual. En medio de este mundo en que nos invade una vegetación sintética con gotas de rocío simuladas, el volver al jardín es quizás una necesidad más que una propuesta estética, esta puede buscar sus postulados en la onda retro o el eclecticismo que desmitifica la historia, por otro lado juega con ella o regresa a ella como necesidad intrínseca de cada artista, o mejor dicho de cada ser humano.
El jardín concebido como producto estético, está presente en la historia cultural del hombre, desde los lejanos días de los Jardines Colgantes de Babilonia y vinculado a una historia amorosa como el propio Jardín del Edén de tradición bíblica. Desde el mundo oriental, que tanto valor dio en sus palacios al papel jugado por los jardines, llega a Europa, a partir de las magníficas huellas dejadas en los alcázares de Córdova, Sevilla y Granada. El palacio del renacimiento lo retoma como elemento necesario al equilibrio que establece entre arte y naturaleza. No hay palacio italiano, por austera que sea su fachada que no exhiba un bien pensado jardín en sus patios interiores.
El barroco con su concepto de infinitud traslada al jardín a los exteriores, pueden considerarse los jardines de Versalles diseñados por el maestro Le Notre como paradigma de esta concepción urbana de la jardinería. A fines del siglo XVIII llegará a Cuba esta influencia, vinculada a la ilustrada figura del conde de Jaruco y Mopox. Queda como unos de los proyectos más bellos de esos años, el plano realizado para la península Demajagua, confeccionado por los ingenieros franceses de apellido Lamaur, de cuyos utópicos jardines conserva la ciudad de Cienfuegos su emblemático Paseo del Prado.
Tradición e historia se dan la mano en esta acción del grupo MUTANTES que pudiera concebirse como “el jardín in situ” al que se refiere Phillippe Nis:
Un jardín in situ se pone en juego, es decir, en movimiento, gracias al movimiento de un cuerpo que siente y se desplaza. El conjunto del lugar se aparece a sí mismo como un cuerpo y hace aparecer a los elementos que componen la obra plástica como compuestos por estos elementos que aparecen para otros y se aparecen para ellos mismos, momento en que la admiración del espectador puede ser el testigo y el discurso elogioso, ser la huella o el recuerdo, pero no el fundamento primero o último.
Llega a nosotros entonces este Parque de los Suspiros o Jardín de los Suspiros, como cada cual quiera llamarle, provocará no sólo suspiros, sino también reflexión, meditación, descanso, aliento para seguir, espacio para trabajar o para enamorar, según lo propicie el “genius loci” o esencia del lugar, así, de cierta forma, volvemos al punto de partida, porque según Aldo Rosi, “la memoria colectiva llega a ser la transformación del espacio por obra de la colectividad”.
Este espacio que antes era lugar de tránsito, más o menos disfrutado o aprovechado en su dimensión natural o pragmática, es hoy, ya antes de ser inaugurado de forma oficial, un lugar en que unos han estudiado, otros conversado y otros enamorado, de hecho parece ser que tiene la aprobación del “genio del lugar” que dicho de otra forma es la memoria colectiva del pueblo.
Así, el Jardín de los Suspiros para unos es sugerencia, para otros es juego, realidad. Una propuesta o una alternativa, y como en un juego se construye nuestra realidad cotidiana en la que resulta propicio el concepto de “jardín como arte”, desde esa necesidad intrínseca del hombre de “buscar un lugar feliz, bello, agradable, útil y saludable” en el que el jardín se alza como utopía alcanzable.
Gracias al Grupo MUTANTES por esta muestra irreverente llena de sencillez y audacia, transmutadora o transformadora de una realidad que ahora es más nuestra, no solo por la metamorfosis de su humilde belleza, sino por permitirnos acceder a ella.
Autora: Dra. Lilia Martín Brito